Por R. Scott Clark (Stop Saying That Amillennialism Is “Pessimistic” But Postmillennialism Is “Optimistic”), 5 de septiembre de 2022.
Este es un caso clásico de [la falacia de] petición de principio, es decir, presuponer lo que tiene que demostrarse. La gente suele decir que el amilenialismo es «pesimista» en tanto que el posmilenialismo es «optimista.» ¿Quién es pesimista respecto a qué? Define pesimismo. ¿Quién dice? ¿Bajo qué criterio?
Yo digo que el amilenialismo es verdaderamente optimista de la manera en que el Nuevo Testamento es optimista. ¿Pudo mantener Pilato a Jesús en la tumba? No. ¿Sigue operando ese poder hoy en día? Sí, en efecto, lo está. Esa es la mejor de las buenas noticias.
Quiliastas y posmilenialistas juntos
Los quiliastas (premilenialistas históricos) sostienen que Jesús planea regresar y establecer un reino terrenal durante un milenio literal. Afirman esto con base en Apocalipsis 20:6: «Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.»
Nuestros amigos posmilenialistas rechazan un milenio literal pero concuerdan con los quiliastas en que habrá un período de gloria terrenal. Richard J. Bauckham distingue dos tipos de posmilenialismo. A uno lo llama posmilenialismo joaquinista porque, como Joaquín de Fiore (c. 1135-1202), espera una «edad del Espíritu», es decir, «un período de prosperidad y paz espiritual para la iglesia sobre la tierra, que De Fiore identificó con el milenio de Apocalipsis 20, aunque no derivado primordialmente de ese texto.» Bauckham encuentra otra versión de este punto de vista en Thomas Brightman (m. 1607), que enseñaba que «…el milenio que vendría mediante la predicación del evangelio impulsada por el Espíritu, resultando en la conversión del mundo y al reino espiritual mundial de Cristo mediante el evangelio.» Esto es bastante cercano a lo que vemos más a menudo entre el movimiento posmilenial moderno (e.g., Lorraine Boettner, aunque su visión incorporaba algunos aspectos de la idea decimonónica del progreso social/tecnológico). El movimiento reconstruccionista teonómico está esperando un colapso social del que emergerá una sociedad cristiana reconstruida en la que la tierra será mayoritariamente convertida antes del regreso de Cristo. En una época en la que los cristianos y el cristianismo parecen cada vez más marginales socialmente, esta visión del futuro es tan atractiva como difícil de justificar a partir del Nuevo Testamento o de la lectura que éste hace del Antiguo Testamento. Tanto quiliastas como posmilenialistas, de diferentes maneras, esperan un período de gloria terrenal.
Amilenialistas aparte
Los amilenialistas agustinianos, como los describe Bauckham, rechazan la idea de un reinado literal de mil años de Cristo después de su regreso (quiliasmo) y no esperan ninguna edad de gloria terrenal (por ejemplo, un mundo convertido) antes de que Cristo regrese.
El milenio de Apo. 20:5-6 es una figura de lenguaje. Nunca fue su intención ser entendido como si estuviera describiendo un reino milenial terrenal, como tampoco la sangre en Apo. 14:20 tiene la intención de ser entendida como sangre literal.
El método quiliasta de lectura de textos (hermenéutica) requiere que afirmemos algo así: El lago de fuego de Apo. 19:20 es una figura de lenguaje, la espada de Apo.19:21 es figurativa, la llave de Apo. 20:1, los tronos, las almas y la marca de Apo. 20:4 son figurativos, pero los «mil años» de Apo. 20:5-6 deben entenderse referidos a un literal período terrenal de 1,000 años. Para la mayoría de la iglesia desde el período patrístico (aunque hubo notables ortodoxos quiliastas) esto ha parecido improbable.
El amilenialismo, sin embargo, sostiene que los 1,000 años de Apo. 20:5-6 son figurativos, al igual que las demás figuras de lenguaje de Apocalipsis, el libro más alta y consistentemente figurativo del canon de las Escrituras.
Sostiene que el sacerdote-rey Jesús que ha ascendido ya está reinando (Hch. 2:22-36; Heb. Caps. 7-10) y que ha estado reinando desde la ascensión. Este es el milenio, así como los postreros días fueron inaugurados con la ascensión de Cristo (Hch. 2:17; 2 Tim. 3:1; Heb. 1:2; Stg. 5:3; 2 Pe. 3:3).
La hermenéutica posmilenial típicamente nos pide que leamos el Antiguo Testamento aislado del Nuevo o de una manera en la de los escritores del Nuevo Testamento no lo leen. En cualquier caso, no es una forma aceptable de leer el Antiguo Testamento. Ciertamente, el Antiguo Testamento está repleto de promesas de una futura gloria terrenal. La cuestión es: ¿qué hizo el Nuevo Testamento con esas promesas y cómo debemos entenderlas ahora?
En su discurso del Monte de los Olivos, nuestro Señor Jesús dijo: «Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre» (Mat. 24:37-39).
¿Era Jesús un pesimista? ¿Hubo una edad de gloria en la tierra antes del diluvio? No parece que haya sido así. El punto de vista posmilenialista tiene muchas dificultades para aceptar este tipo de lenguaje, por lo que muchos de ellos se han refugiado en explicaciones preteristas que refieren todo ese lenguaje a la destrucción de Jerusalén. Tales planteamientos son, francamente, implausibles e incluso evasivos.
¿Eran pesimistas los protestantes de la época de la Reforma? En el Art. 17 de la Confesión de Augsburgo (1530), los luteranos confesaron:
[Los luteranos] condenamos también a otros que ahora difunden ciertas opiniones [judías], según las cuales antes de la resurrección de los muertos los piadosos tomarán posesión del reino del mundo, siendo los impíos suprimidos en todas partes.
En la Segunda Confesión Helvética (1566) cap. 11, los reformados suizos estuvieron de acuerdo casi al pie de la letra:
También condenamos a aquellos que pensaban que el diablo y todos los impíos se salvarían en algún momento, y que se pondría fin a los castigos. Porque el Señor ha declarado claramente: ‘donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga’ (Mar. 9:44). Condenamos además los sueños [judíos] de que habrá una edad de oro en la tierra antes del Día del Juicio, y que los piadosos, habiendo sometido a todos sus enemigos impíos, poseerán todos los reinos de la tierra. La verdad evangélica en Mat., Caps. 24 y 25, y Luc., Cap. 18, y la enseñanza apostólica en 2 Tes., Cap. 2, y 2 Tim., Caps. 3 y 4, presentan algo muy diferente.
Lo que siempre me ha impresionado es lo bien que tanto la Confesión de Augsburgo como la Segunda Confesión Helvética capturan el espíritu del movimiento posmilenial (joaquinista). De no haber sabido que apuntaban a los quiliastas, se nos podría perdonar que pensáramos que estaban apuntando directamente al posmilenialismo. ¿Eran «pesimistas» los protestantes de la época de la Reforma?
Recalibrando el optimismo
Lo que los posmilenialistas llaman «optimismo» haríamos mejor en llamarlo judaizar, en sentido amplio. Eso es lo que los luteranos y los reformados suizos (y Calvino y otros) estaban puntualizando cuando denunciaron este pensamiento acerca de una era de la gloria. Para ellos era la transposición de las expectativas judías a la escatología cristiana.
No es pesimista decir que no habrá una era de gloria terrenal antes del regreso de Cristo (posmilenialismo) o un reinado terrenal de 1,000 años después del regreso de Cristo. Es difícil ver cómo el prerrequisito para ser «optimista» es afirmar algún tipo de edad de oro terrenal, ya sea literal (quiliasta/premilenial) o figurativa (posmilenial).
Es propiamente optimista sostener, como lo hacen los amilenialistas, que el soberano Señor Jesús está salvando a todos y cada uno de aquellos por quienes se encarnó, por aquellos por quienes obedeció, por aquellos por quienes murió, por los que resucitó y por quienes está ahora intercediendo a la diestra del Padre.
El Salmo 2 describe el reinado actual del Rey Jesús:
El que mora en los cielos se reirá;
El Señor se burlará de ellos.
Luego hablará a ellos en su furor,
Y los turbará con su ira.
Pero yo he puesto mi rey
Sobre Sion, mi santo monte.
Sostiene que ningún poder terrenal puede evitar que el Reino de Dios se propague mediante el debido uso de los medios que Él ha ordenado divinamente (la predicación del santo evangelio y el uso de los santos sacramentos). Verdaderamente, las puertas del infierno no prevalecerán contra el reino de Cristo porque no pueden hacerlo. Ningún gobernante civil malvado o poder cultural puede impedir que el Espíritu Santo soberano actúe poderosamente mediante el evangelio y los sacramentos, ni que conforme al rebaño de Cristo a imagen de Cristo.
El primer consuelo de los mártires ha sido siempre que Cristo está reinando ahora y, en su soberana y misteriosa providencia, a veces pone a sus hijos a travesar grandes sufrimientos. Un segundo consuelo, sin embargo, que encontramos ricamente reflejado en el Apocalipsis, es que la justicia está en camino. Es por eso que los mártires reformados franceses (hugonotes) cantaban el Salmo 68 camino de la horca. «¡Levántese Dios, y sean esparcidos sus enemigos!» Sabían que la justicia retrasada no es justicia negada. Sabían que nuestro Rey Jesús que está gobernando regresará en gloria para consumar la derrota de sus enemigos que inauguró en la cruz. Sabían que se sienta en los cielos y se ríe de sus enemigos, quienes llorarán en ese último día. Los arrojará al foso y el cielo se alegrará. Nuestros amigos quiliastas y posmilenialistas quieren una edad de gloria terrenal y todo lo que dicen los amilenialistas es: espera. Habrá cielos nuevos y tierra nueva. No será una edad de gloria literal de 1,000 años y no precederá al regreso de Cristo, pero habrá una edad de gloria.
©R. Scott Clark. Todos los derechos reservados.
Traducción: Rafael Segovia Tovar
R. Scott Clark es un teólogo, historiador y ministro reformado estadounidense educado en la Universidad de Nebraska, Westminster Seminary California (M.Div.) y en la Universidad de Oxford (D.Phil). Ha sido profesor en Wheaton College, Reformed Theological Seminary Jackson, Concordia University y, desde 1997, es profesor de Historia de la Iglesia y Teología Histórica en Westminster Seminary California. Es ministro de las United Reformed Churches y autor y editor de varios libros.
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